Friday, December 02, 2005

Sin continuidad

El camino es largo pero con paso lento y apretado se puede llegar con buen tiempo al pueblo de Coyuca, donde vive mi tío Felipe. En su casa es seguro que pernoctaré para continuar mi peregrinaje a San Miguel Tuxtla, donde se celebra una fiesta muy singular y ante todo misteriosa porque es ahí donde se reúnen celebres y reconocidos “brujos o brujas” de toda la región. Y sólo de pensar en esa fiesta se me pone la carne de gallina, es mi primera vez, y asisto solo porque Juan y Laura, mis amigos de infancia, los muy cabrones y miedosos, no quisieron acompañarme. Pero por lo que he escuchado, se dice que todos los visitantes son bien recibidos y espero no ser la excepción, así que continuo con mi andar presuroso y mi intrigado interés por conocer más sobre esa fiesta que tanto escuché hablar en el pueblo de Maxaco a don Porfirio, el viejo “loco” que nos entretiene con sus cuentos y leyendas los fines de semana.
Tras recorrer a paso alargado la vereda que cruza por la “sierra roja” voy observando el color de la tierra y el tipo de matorrales que crecen, así entiendo porque se le llama “sierra roja”. Por fin, tras tres horas de camino continuo, llego al pueblo de San Miguel Tuxtla, en sus calles me encuentro con numerosos adornos de flores, granos y frutos estampados de forma ordenada y colorida en los portales de las casas donde habitan los brujos o brujas. De momento me parece todo agradable, la gente es muy amable y me invitan a pasar a sus casas, me decido por la quinta casa de la calle principal. Al pasar, el interior de la casa era iluminado por velas de múltiples colores donde abundaba el negro y el rojo y algunas de color amarillo, luego en el rincón un altar de madera muy sencillo con algunos adornos y estampas de santos y figuras extrañas esculpidas en madera o hechas de barro, algunas flores y un fuerte aroma a incienso.
Lo que más me intriga es escuchar una serie de susurros tras una cortina que divide la habitación, una serie de golpes suaves que me producen interés por lo que ocurre tras ese pedazo de tela...

Thursday, December 01, 2005

Ocurre por momentos

Es un día como cualquier otro pero con más lluvia de lo habitual. Eso quiere decir que pronto el río crecerá con fuerza y no será posible cruzarlo para poder ir a casa de Victor, mi carnal de tertulia. Él ahora me está esperando para continuar una partida de ajedrez que no hemos podido concluir. ¡Putttsss! Esta preocupante y crítica situación me conduce a plantearme una grave impronta en mi vida ¿qué haré con el tiempo qué debería dedicarle al ajedrez mientras no pare de llover? Suena tormentoso no poderle dedicar el tiempo necesario a tan loable deporte de estrategia y romper con mi cotidiano mundo ajedrecista. Mientras decido qué hacer, optaré por beber una buena tasa de café, de aquél que llaman orgánico, fumar un buen cigarrillo sabor maple y sentarme a leer algunas leyendas de naguales. También me tirare cerca del fogón que calienta la casa y observaré el movimiento del fuego y sus tonos tan misteriosos, escucharé esos ruidos de la leña al quemarse y del carbón al romperse, el ladrar de mi perro y el caminar de mi madre. En fin, dedicaré ese momento para pensar como lograr el jaque mate a Victor...